lunes, 13 de septiembre de 2010

¿Dónde está el interés?

El 20 de Junio de 1985 se producía en España la primera huelga general de la democracia. La convocaban las CCOO de Marcelino Camacho y a ella se habían unido otros sindicatos menores como CNT, USO y ELA. La razón de la misma era protestar por un recorte de las pensiones de jubilación planeado por el gobierno socialista de Felipe González. Ya entonces -como hoy- la UGT calló cual ramera. Según los convocantes, la huelga fue un éxito pues la secundó más de un 80% de los trabajadores y acudieron a las manifestaciones varios cientos de miles de españoles. En la oposición, aunque tímidamente, se empezaron a oír las primeras peticiones de dimisión para ministros de González.

25 años después, una vez más, un gobierno socialista, obrero y español, el mismo que reparte miles de millones de euros de dinero público a la casta financiera, se prepara para dar un palo de aúpa a las clases medias y bajas españolas alargando la edad de jubilación hasta los 67 años (como mínimo). Trabajar más años, cobrar menos pensión. He ahí la fórmula mágica de las lumbreras monclovitas para garantizar el funcionamiento del sistema de pensiones a corto plazo. Y digo a corto plazo, pues a medio nada es ya seguro en España.

Pero, en realidad, lo que poca gente sabe, es que quien empezó a cargarse el sistema de pensiones español, no fueron los socialistas, ni los populares, sino el semidivinizado Adolfo Suárez, que tuvo la brillante idea –una de tantas- de reconvertir un sistema de pensiones por capitalización –heredado del franquismo- en un sistema de reparto. Grosso modo, y sin entrar en detalles y matizaciones técnicas, podemos resumir que en el sistema por capitalización el trabajador hace una serie de aportaciones periódicas al régimen de pensiones de la Seguridad Social de acuerdo a su nivel de ingresos. El Estado guarda esas aportaciones y llegado el día de su jubilación, le son devueltos al cotizante junto a los lógicos rendimientos financieros generados. Más o menos es como teóricamente funcionan los sistemas de pensiones privados. Este sistema ha sido el más utilizado en el mundo desarrollado, pues pocos son los inconvenientes que plantea.

En cambio, en el sistema por reparto, los trabajadores aportan una cantidad al Estado para pagar las pensiones de los que en ese momento están jubilados, con la esperanza de que, cuando les llegue la jubilación a ellos, sus pensiones serán pagadas con las cotizaciones de los trabajadores del futuro. Es decir, es, ni más ni menos, que un sistema piramidal legalizado, cuyo buen funcionamiento se basa en el relevo generacional, en la captación de nuevos aportantes.

¿Por qué se adoptó este nefasto e inestable sistema, cuando el anterior funcionaba mejor que un Patek Phillipe?. Habrá que preguntarle al Duque de Suárez, aunque me temo que está para pocas respuestas.

El caso es que llegada la situación -nada inverosímil, como hoy podemos comprobar- de que no se produzca dicho relevo generacional/laboral y no haya cotizantes suficientes (bien por pérdida demográfica, bien por el aumento de la esperanza de vida, bien porque no haya suficiente trabajo y, por lo tanto, sean pocos los aportantes, o por todo a la vez) las pensiones de los que están jubilados en ese momento comenzarán a peligrar. Para situaciones extremas de auténtica “quiebra técnica” del sistema de pensiones, en el caso español existe un fondo de garantía –unos ahorros estatales- que asegura que éstas podrán ser cobradas por un periodo aproximado de quince años. Por eso lo que ahora peligra no son las pensiones de los ya jubilados, sino de los que estamos por jubilarnos. Por estas razones el sistema de pensiones español –otrora envidia de media Europa- hoy es reconocido por Bruselas como el más inseguro de la UE.

¿Y cuáles son las soluciones que los petetes de nuestros políticos ofrecen para enfrentarse a esta situación?:

1) Si los españoles no tenemos hoy los hijos que en el futuro deben cotizar para pagar las pensiones de los futuros jubilados que hoy trabajan, pues se traen cotizantes del extranjero, sin importar un pimiento las consecuencias socioculturales que esto conlleva. Además, lógicamente, a estos inmigrantes también habrá que restituirles en su día sus justas pensiones, que deberán ser pagadas –si la demografía de los españoles no se recupera- con las cotizaciones de nuevos contingentes de foráneos... y así hasta el infinito y más allá. O sea, así hasta el colapso de la Nación española, de su cultura, su identidad y su futuro.

2) También se pueden crear más puestos de trabajo para que haya más gente cotizando a la Seguridad Social. Pero ¿y si no se saben crear puestos de trabajo porque se es un inútil funcional y se ha desmontado o deslocalizado el tejido industrial español –también heredado del franquismo- que pudiera generarlo?. En tal caso, pues no queda más remedio que alargar el periodo laboral y, por lo tanto, de cotización, de los que ya están trabajando. Si no se puede lograr que haya más trabajadores, pues los que ya los son deberán trabajar más, aunque haya decenas de miles de cincuentones prejubilados por capricho sindical y para mayor satisfacción patronal. Purita justicia social socialdemócrata. De momento hablan de ampliar la vida laboral hasta los 67 años, pero si la cosa no cambia, habrá que aumentarlos hasta los 70, 75... o hasta el infinito y más allá. O sea, hasta el réquiem... y así se ahorrarán todas las pensiones. Y sus señorías cobrando sus abundantes pensiones íntegras por sólo cuatro años de trabajo, o mejor dicho, por cuatro años de ausentismo laboral... ¡Qué hijoputas!, que diría la Espe.

En cambio nadie ofrece las soluciones más plausibles y razonables a medio plazo para afrontar la quiebra del sistema de pensiones, de la Seguridad Social y del Estado en sí, y que, de hecho, serían las que garantizarían un futuro para España; a saber: 1) un fomento radical de la natalidad entre los nacionales para garantizar el relevo generacional (más trabajadores); 2) un proceso de reindustrialización nacional para garantizar una mayor estabilidad económica (más puestos de trabajo); y 3) una vuelta al sistema de pensiones por capitalización.

¿Por qué nadie, ni gobierno, ni oposición, ofrecen ni una de estas verdaderas soluciones?. Pues muy sencillo: porque, por un lado, éstas contravendrían la primera norma del proceso de sustitución paulatina de la población española (y europea) por el consabido “tuttifrutti” de exógenos aculturizados. Por otro lado, porque los grandes beneficiados de esta situación –cómo no- resultan ser los bancos y compañías de seguros que ofrecen planes de pensiones privados, mucho más garantistas para sus clientes. Si la sanidad pública no funciona, la beneficiada es la sanidad privada; si la educación pública no funciona, la beneficiada es la educación privada; y si el sistema de pensiones público no funciona, los que salen ganando son los que ofrecen planes privados... ergo, si quieres que el sector privado prospere, ya sabes lo que tienes que hacer... y el que no se lo pueda permitir que se joda. España, paraíso progreliberal.

25 años después de aquella primera huelga general, el sindicalismo amarillo... y el rojo... y el rojinegro... y el azul celeste se han autobarrido de la faz ibérica. 25 años después, una oposición podrida por dentro, está más pendiente de esquivar los crochés que les lanza el propio gobierno y más preocupada de aparentar unión y buen rollismo, que de cepillarse la mediocridad zapateril, demostrando, así, que no son mucho más brillantes.

Pero de nuevo lo más triste de todo no son las tropelías que comete la casta políticomediática en nombre de su democracia, su progreso y su justicia social sesentayochista. Lo más triste es que justo dentro de un año se celebrarán elecciones municipales y regionales en casi todas las comunidades autónomas de España y, habiendo empeorado la situación, serán millones los borregos que silenciosamente acudirán a las urnas para elegir su trasquilador. Y mientras, ni un mísero cristal roto, ni una herrumbrosa farola zarandeada, ni un sucio cubo de basura atravesado en la Carrera de San Jerónimo. Paz social lo llaman.

Mozarabivs

Extraído de aquí.

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