jueves, 9 de diciembre de 2010

El angel "rojo"


Melchor Rodríguez García:

Melchor quedó huérfano de padre siendo un niño, al morir aquél en un accidente en los muelles del Guadalquivir. Su madre, costurera y cigarrera, tuvo que ocuparse ella sola de sacar adelante a Melchor y a sus dos hermanos.

Melchor Rodríguez estudió en la escuela del asilo hasta la edad de trece años. A partir de entonces, acuciada su familia por una pobreza extrema, comenzó a trabajar como calderero en un taller de Sevilla. Ya en su adolescencia intentó labrarse camino en el mundo del toreo y abandonó su casa para recorrer diversas ferias y capeas con mejor o peor suerte. “El Cossío” (la enciclopedia taurina por antonomasia) contiene una referencia a Melchor Rodríguez, citado como único diestro que combinó el toreo con la política. Melchor toreó en Sanlúcar de Barrameda en 1913, y posteriormente en plazas cada vez más importantes hasta llegar a la de Madrid. Allí sufrió una grave cogida en agosto de 1918, retirándose en 1920 tras algunas corridas en Viso, Salamanca y Sevilla.

Finalizada su aventura taurina Melchor se trasladó a Madrid, donde comenzó a trabajar como chapista hacia 1921. Pronto se sintió atraído por los movimientos de lucha obrera de la capital, y se afilió a la Agrupación Anarquista de la Región Centro inmediatamente después de su fundación (carnet nº 3). Poco después fue nombrado presidente del Sindicato de Carroceros, de corte anarquista, y pasó a militar en las filas de la CNT. Allí comenzó su lucha en favor de los derechos de los reclusos, incluso de aquellos de ideología contraria a la suya, lo que le costó la prisión en innumerables ocasiones durante la monarquía y la República.

Cree firmemente en que una revolución social anarcosindicalista puede liberar a la humanidad de los prejuicios morales y políticos, y de las desigualdades económicas y sociales que mantienen al pueblo sumido en la miseria.

Al estallar la Guerra Civil Española de 1936, las organizaciones anarquistas cooperaron con el gobierno. El 10 de noviembre, Melchor Rodríguez fue nombrado delegado especial de prisiones de Madrid. Desde este puesto intentó detener las sacas de presos de las cárceles de Madrid (traslados de grupos de reclusos que eran posteriormente fusilados en Paracuellos de Jarama y otros lugares cercanos a la capital), aunque ante distintas presiones e interferencias para que éstas prosiguiesen dimitió el día 14. Retomó su puesto el día 4 de diciembre tras las protestas del Cuerpo Diplomático y del presidente del Tribunal Supremo, Mariano Gómez. Sin embargo esta vez lo hizo con plenos poderes como Delegado General de Prisiones, otorgados por el entonces ministro de Justicia del Gobierno republicano, el anarquista García Oliver. Solo entonces consiguó Melchor Rodríguez detener las matanzas de Paracuellos y la situación de terror de las cárceles, al precio de enfrentarse con algunos dirigentes comunistas que pretendían seguir con ello, y con gran riesgo de su vida en varias ocasiones según testimonios de numerosos testigos presenciales 1.

Tuvo pues la responsabilidad no sólo de vigilar los regímenes y prevenir las fugas, sino también de evitar las agresiones y linchamientos de presos que algunas milicias y grupos armados efectuaron. En estos años, en varias provincias, se dieron varios casos de sacas y asesinatos de presos sospechosos de colaborar con el bando nacionalista, muchos de ellos sin haber sido juzgados. Las principales causas fueron:

* La entrega de armas, a raíz de la sublevación, a grupos muy politizados y con poca disciplina.

* El recrudecimiento de las rivalidades políticas, ya existentes en los años anteriores, durante el largo sitio de Madrid que sufría frecuentes bombardeos de objetivos civiles.

* El conocimiento de que las tropas rebeldes también mataban a gente, sin juicio previo, en la zona por ellos controlada.

* La debilidad del gobierno republicano en los primeros meses de la guerra que hizo que no se castigaran debidamente estos asesinatos.

Una de las primeras medidas tomadas por Melchor Rodríguez como delegado de prisiones fue la implantación de una norma según la cual quedaba prohibida sin su autorización personal la salida de presos de las cárceles entre las 7 de la tarde y las 7 de la mañana. Esta orden supuso en buena medida el fin de los paseos nocturnos de prisioneros. La expresión era un eufemismo de la época para denominar a los numerosos asesinatos de reclusos que habían sido puestos en libertad poco tiempo antes, lo que solía suceder durante las horas de la noche.

Una de las actuaciones más destacadas de Melchor Rodríguez tuvo lugar durante unos disturbios, después de que el Ejército franquista bombardease el campo de aviación de Alcalá de Henares (8 de diciembre de 1936). Una concentración de protesta, en la que participaban milicianos armados, llegó a la prisión de Alcalá, entrando los cabecillas hasta el despacho del director, donde exigieron la apertura de celdas para linchar a varios presos. Rodríguez acudió a la prisión y se enfrentó a la turba, dando incluso la orden de proporcionar armas a los reclusos en caso de que los asaltantes persistiesen en su empeño.

En esta y otras intervenciones similares (p.e. en la Carcel Modelo de Madrid) consiguió impedir personalmente vejaciones o ejecuciones arbitrarias de reclusos, que habían sido práctica común hasta su llegada al cargo. Así salvó in extremis la vida de muchas personas, algunas de las cuales dieron después testimonio del humanitarismo de Rodríguez García (p.e. los militares Agustín Muñoz Grandes y Valentín Gallarza, Serrano Súñer -que luego formaría parte de los gobiernos de Franco-, el Dr. Mariano Gómez Ulla, los hermanos Rafael, Cayetano, Ramón y Daniel Luca de Tena, el futbolista Ricardo Zamora y los falangistas Rafael Sánchez Mazas, y Raimundo Fernández-Cuesta, entre otros).

En otra ocasión, Melchor Rodríguez denunció que José Cazorla, consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid mantenía cárceles privadas ilegales, al parecer controladas por miembros del Partido Comunista. Rodríguez fue también nombrado concejal de Madrid, representando a la Federación Anarquista Ibérica. Segismundo Casado lo nombró alcalde de Madrid en los últimos días de la guerra, siendo él el encargado de traspasar los poderes a los franquistas cuando se rindió Madrid, el 28 de marzo de 1939.

Todas estas acciones, verdaderamente dignas del espíritu anarquista de los ideales que preconizaba, le valió ser conocido por las gentes de la derecha como "El ángel rojo". A él, se atribuye también la famosa máxima: "Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas".

Al acabar la guerra civil Melchor Rodríguez fue detenido, juzgado y condenado a la pena de seis años y un día de prisión por sus actividades anarquistas y su actuación en la administración republicana. Contó con testimonios favorables de personalidades de la derecha, particularmente el general Muñoz Grandes, que recordaron cómo había defendido la vida de sus rivales políticos, y fue puesto en libertad al cabo de un año y medio. Durante el franquismo, continuó con el activismo y propaganda de los ideales ácratas, participando activamente en la CNT clandestina.

A su muerte en 1972 acudieron al sepelio muchas personas de ideologías enfrentadas; anarquistas y falangistas entre otros. Se cantó el himno anarquista "A las barricadas", transcurriendo la ceremonia, pese al hecho y a la época, sin ningún incidente.

Actualmente, en la madrileña localidad de Alcalá de Henares, la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (Ministerio del Interior) ha inaugurado, el día 7 de julio de 2009, un Centro de Inserción Social con su nombre en honor a su persona y como reconocimiento a su labor en favor de la inserción y resocialización de los internos.

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