martes, 18 de enero de 2011

La falacia de Lewontin

1) Introducción

La falacia de Lewontin es la afirmación falaz sobre razas más repetida por el marxista y por todo el que se haya en su ámbito ideológico de influencia, es decir, por casi todo el mundo. Tal afirmación supone que las razas no existen, y se basa en un tratamiento bastante elemental de los datos (no en vano la afirmación data del año 1972). El tiempo ha pasado pero Lewontin sigue en sus trece y hoy, cuando el avance de la ciencia genética ha demostrado sobradamente la falsedad absoluta de su postulado, sigue sin reconocerla, como haría un verdadero científico, y no un ideólogo. También comprobaremos como el error no obedece simplemente al estado de conocimientos del momento, 1972.

No existe en la red mucha información objetiva sobre la falacia de Lewontin en español. Y es importante que exista porque, insisto, es esta la afirmación falsa más repetida por los que dicen que las razas no existen. Y hay que responder.

2) La falacia

Tiene su origen en las afirmaciones hechas por el genetista e ideólogo Richard Charles Lewontin en sus obras The apportionment of human diversity, de 1972 y The Genetic Basis of Evolutionary Change, de 1974 (publicadas después en español como La diversidad humana y La base genética de la evolución, respectivamente).

La afirmación falaz de Lewontin sostiene que dado que un 85% de la variación genética humana (entendida como la cantidad total de las características genéticas presentes en la especie humana) se da entre los individuos de una misma población y que un 10% de la variación genética humana se produce exclusivamente entre poblaciones de un mismo continente, la raza solo supondría entre un 5% y un 10% de la variación genética humana, porcentaje que Lewontin juzga taxonómicamente insignificante.

3) La refutación

La refutación más conocida ha corrido a cargo del genetista Anthony William Fairbank Edwards. Tuvo lugar en su artículo de agosto de 2003, “Human genetics diversity: Lewontin´s fallacy”, publicado en el volumen 25 de la revista Bioessays. No obstante, es necesario señalar que en abril de 1977 se dio otra refutación, con argumentos similares, de la falacia de Lewontin por parte de Jeffrey B. Mitton en su artículo "Genetic Differentiation of Races of Man as Judged by Single-Locus and Multilocus Analyses", publicado en el número 111 de la revista The American Naturalist. Y nuevamente, por este mismo autor, en "Measurement of Differentiation: Reply to Lewontin, Powell, and Taylor", publicado en el número 112 de la misma revista, The American Naturalist, ya en 1978.

La refutación se basa en el argumento de que la mayor parte de la información que distingue a las poblaciones se halla en la estructura de correlación de los datos y no en la mera variación de los datos individuales, como Lewontin pretende. Para entender que quiere decir Edwards con esto hay que comprender primero qué es un loci y qué es un alelo:

- Loci se refiere al conjunto de posiciones (locus) fijas sobre un cromosoma; un ejemplo sería la posición concreta de un gen determinado.

- Alelo es cada variante de la secuencia de ADN en un determinado locus, algo así como las formas distintas en que un mismo gen se puede presentar. Como el hombre es diploide, tiene dos alelos de cada gen, uno procedente del padre y otro de la madre. Cada par de alelos se coloca en un mismo locus (lugar concreto del cromosoma).

El argumento de Edwards es que los alelos (recordemos, forma de presentarse cada gen) más frecuentes en una determinada población en un locus y los alelos más frecuentes en esa misma población en otro locus están correlacionados.

Una forma intuitiva de comprender esto sería la siguiente: Lewontin tenía en cuenta a la hora de sostener su tesis tan solo la cuestión más puramente cuantitativa del asunto, el material genético básico, el “cemento”. Mitton y Edwards introducen en su análisis el aspecto cualitativo de la cuestión, la “estructura”, la configuración que este material genético básico toma, logrando así una comprensión mucho más completa de la realidad. Es muy sencillo de comprender, a menos de que no quieras hacerlo: con cementos relativamente parecidos pueden hacerse edificios muy diferentes.

Por si a alguien le cabe alguna duda de la veracidad del método de Mitton y Edwards, es importante señalar que los individuos pueden ser clasificados correctamente en razas utilizando las mencionadas correlaciones entre los alelos de diversos locus.

Pero hay más.


El truco de Lewontin acerca del análisis del polimorfirmo de nucleótico simple (Single Nucleotide Polymorphism, SNP)

Esto del SNP es básicamente una variación en la secuencia de ADN que afecta a una única base de la secuencia del genoma. En el genoma humano, estas variaciones aparecen cada 1300 bases y constituyen hasta el 90% de la variación genética humana. Según en la región en que se encuentre esta variación, actuará sobre unos u otros procesos a la hora de producir aminoácidos (esencia del ADN).

En condiciones naturales, es decir, aquellas que garantizan el aislamiento reproductivo de las distintas razas, tales SNPs tienden a incrementarse, y puede ser considerado este proceso como la base genética de la especiación, por el que las distintas razas humanas deberían, con el tiempo, divergir aún más y convertirse en especies.

Lewontin, ese marxista charlatán, simplemente cuenta todos las SNPs y concluye, para variar, que hay poca variación entre poblaciones (razas), pero olvida decirnos que no todos los SNPs tienen la misma importancia; unos SNPs tienen un papel más destacado en la producción de determinados aminoácidos que otros SNPs que, en principio, no sirven para nada. Nos encontramos de nuevo con un análisis burdo, cuasi decimonónico, que solo tiene en cuenta lo cuantitativo y en absoluto lo cualitativo.

4) Conclusión

La afirmación general de Lewontin es falsa, es realmente una falacia, un sofisma. Fue refutada con éxito tan solo seis años después de haber sino enunciada. Luego ha seguido siendo refutada, unas veces explícitamente (caso de A.W.F. Edwards) y otras implícitamente, mediante el trabajo cotidiano de tantos genetistas que actúan desde la base de que las razas humanas sí existen. Los mismos que, políticamente correctos o temerosos del establishment político-universitario, las denominan “poblaciones” (es el modo de trabajar de, por ejemplo, Cavalli-Sforza).

Pero en el argumentario progre tal falacia sigue ahí. No renuncian ni van a renunciar a ella fácilmente. Su éxito radica en su sencillez, es mera cuestión de números: 15 es más que 85. Con estos materiales construyen estas gentes. Pues bien, ante eso, nada mejor que decirle al dubitativo: ¿en la fotografía de arriba encuentras diferencias entre la mujer de la derecha y la de la izquierda? Si la encuentras, ¿son diferencias individuales o se explican en términos de raza?

La genética no ha demostrado ser un territorio especialmente propicio para el ideólogo. Las hipótesis hay que demostrarlas y esa demostración debe de mantenerse a lo largo del tiempo y de las nuevas perspectivas y progresos que van apareciendo. Y este proceso, aunque lo puede entorpecer, no lo puede evitar ni la UNESCO, ni la American Anthropological Association, por poner dos ejemplos. He aquí el testimonio de Mark Pagel, un eminente genetista de la Universidad de Reading, antes negador de la existencia de razas humanas y hoy, ante el acelerado desarrollo de la genética y el consiguiente aporte de pruebas a favor de la realidad de las razas, convencido de su existencia:
"Con independencia de lo equivocadas que están las antiguas ideas sobre las razas, los estudios genómicos modernos revelan un panorama sorprendente, apasionante y diferente de la diversidad genética humana. Por término medio, unas razas somos genéticamente similares a otras en un 99,5%. Este porcentaje no es el que se barajaba antes; es menor que el calculado previamente, que era del orden del 99,9%. Para poner en perspectiva esta diferencia, que puede parecer minúscula, hay que subrayar que genéticamente somos similares en alrededor de un 98,5%, o puede que más, a los chimpancés, que son nuestros parientes evolutivos más próximos. En otras palabras, este nuevo porcentaje reviste gran importancia para nosotros. Entre otras cosas, deriva de muchas diferencias genéticas pequeñas que se han conocido a partir de estudios comparativos de poblaciones humanas. Guste o no, cabe la posibilidad de que existan muchas diferencias genéticas entre poblaciones humanas, sin descartar diferencias que pueden corresponder incluso a la antigua clasificación por razas, y diferencias que son reales, en el sentido de que hacen a un grupo determinado mejor que otro a la hora de dar respuesta a un determinado problema particular del medio en que se desenvuelve. Esto no quiere decir en modo alguno que haya un grupo que en general sea 'superior' a otro. Ahora bien, nos pone sobre aviso de que debemos estar dispuestos a hablar de diferencias genéticas entre poblaciones humanas".

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